27.2.07

A ese amor


A ese amor

Cuando intento entender ciertas cosas... ¡me rebelo! Reniego, enfurezco... y esa parte humana tan dañina que todos llevamos dentro sale a flote y duele. ¡Duele profundamente! Posiblemente, el solo hecho de haberte hecho partícipe de mí, me hace sentir algo 'acorralada', porque he sentido el deseo de ocultarte algunas cosas (muchas veces por no herirte), pero termina ganándome el amor... y el amor que he conocido, para bien, es el lleno de verdades y especialmente de luz... con todas sus consecuencias.

No hablo del amor como lo conoce todo el mundo, en el contexto afectivo, emocional o carnal... sino de ese amor que hemos aprendido a sentir y a compartir casi sin darnos cuenta y que surgió de la inmensa necesidad de simplemente ser nosotros mismos, con nosotros mismos, en nosotros mismos, y de la terrible agonía de no tener quién recibiera lo bueno que podemos ofrecer, ni quien nos reciprocara sin engaños y miedos. Muchas veces me refiero a ese amor como único sé y sabe todo el mundo, utilizando vocablos aprendidos con definiciones específicas y maleadas. Más no es así de la única manera que lo siento y no es así la única manera de sentirlo. Es casi inútil de explicar por lo invariable y muy difícil de asumir por lo inmenso.

Hablo de ese amor que de alguna manera ha logrado que poco a poco aceptemos nuestras debilidades haciéndonos más humildes, pero mucho más fuertes; ese que ha ido limpiándonos de las amarguras, el abandono y la absoluta tristeza; ese que ha permitido que contemplemos el mismo horizonte desde diversas perspectivas. Ese amor que ha roto barreras de tiempos y espacios para hacerse presente en la ausencia; que ha dejado sueños en los vuelos del alma; nos enfrenta a nuestros miedos y nos permite expresar las realidades como las percibimos, asumirlas como son; que se muestra abiertamente, que se lee en nuestros rostros, se asoma en nuestra mirada y se escucha en nuestra palabra, en el castañeo de nuestra risa, la pureza de nuestras lágrimas; el que ha creado en nuestras mañanas nuevos colores de luz y en nuestras tardes recién nacidos atardeceres. Ese que espontáneo y honesto nos celebra un logro, muestra una sonrisa, apoya una empresa, acaricia sin penas, consuela en la derrota, llora una decepción. ¡Nos llena de compasión!

A ese amor me refiero y no a otro. El que me gana por entero, vertical, fiel y transparente; fuerte, cruel, tierno, sublime, verdadero... soñador, turbio, suave, engañoso... ¡Humano! ¡Divino! Que es parte de nuestra naturaleza aunque le neguemos y gana por conciencia, por justicia... ¡no por sentidos y deseos! ¡Ese es el amor que nos hace grandes! Nos revela contra lo que no es y nos dirige a lo que necesitamos y merecemos irremediablemente, porque la Naturaleza en Su Sabiduría no tiene espacios para los errores, ni la Justicia de Su Divina Humanidad servicio a lo necio, quereres a destiempo o sueños irracionales... ¡Ni a realidades inventadas!

Ese es el amor al que me refiero; el de entrega sin preguntas, cuidados sin medida, cariño profundo sin razones o esperas, el que empuja a la dádiva alegre y no a la posesión obligada. ¡El que me ha dado muchas otras razones para vivir y me ha hecho tan humana que casi soy divina!

A ese Amor me refiero... ¡a ese!

©Rufina

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